«No somos tan distintos» de Niño Nómada: bohemia, reflexiones y el amigo que no falla

«No somos tan distintos» de Niño Nómada: bohemia, reflexiones y el amigo que no falla

Las canciones no siempre son ese momento imaginario donde el artista toma un cuaderno y se pone a escribir inspirado por el momento y luego toma su guitarra o el teclado y le pone melodía. A veces es una experiencia que se construye en distintos escenarios. Como esta, la del primer single de la banda bajo el nombre de Niño Nómada.

La historia comienza en 2017, con harto movimiento y mucho ruido. Es Santiago. Barrio República. El celular reciclado en el bolsillo de Gonzalo marca las 13:00 horas. «El sol estaba exacto para echar una de esas caminatas de día viernes post hacer todo. Me animé y llame a mi compadre, ese que siempre apaña en hacer de Santiago un antro barato, con el que compartíamos humos y latas de cervezas post clases, un ser humano de poco capital material pero de una labia impresionante».

Destapo unas razones para hablar de un litro de canciones, dices: Dale ¿vamos al forestal?

Era una semana de malas pulgas, bajo rendimiento académico, baja autoestima y poca paciencia. Parecía que la mala suerte se había empecinado en ser compañera y no quedaba más remedio que aceptarla, entre cervezas baratas y grata compañía. Solo así Gonzalo le ponía punto aparte al mal día.

Me pierdo en un segundo, luego exclamo al diablo el mundo. Me desprendo y gano libertad.

Gonzalo.

Después de un buen rato avanzando entre avenidas y semáforos, su compañero de festín lo asalta: “Para de quejarte wn, al final todos nos vamos a morimos igual (se ríe)… No erí el único, no somos tan distintos”. Gonzalo realiza una pausa y responde: “Me dejai perplejo”, una respuesta certera ante una afirmación nihilista pura. Era la excusa perfecta para lanzarse un día viernes en Santiago. Al mal tiempo buena cara.

No somos tan distintos al final, me pierdo en medio de la capital.

A medida que el sol decantaba, sentió la tranquilidad de dejar su mala racha en paz, y en un acto de autocompasión hizo las paces consigo mismo para empezar a disfrutar de la noche santiaguina y sus manjares.

Si te anima piensa en algo, toma un sorbo y dime algo. Respirar se hizo natural.

La noche fue larga. Ovnis, mala suerte y música eran sus temas favoritos, entre humo y cerveza, adormeciéndose más y más cada vez, interrumpiendo el juicio y dificultando el lenguaje verbal. Eran «dos estropajos caminando entre Santa filomena con Loreto buscando un antro donde finiquitar un día de malas decisiones».

Me pierdo en ese humo, vuelo alto y veo el mundo. La virgen es luz artificial.

Así, luego de un largo día de catarsis, a punto de coger su mochila y tomar la 210 de vuelta a la casa, Gonzalo pensó en lo influenciable que podía llegar a ser, reprochándose: “debí irme temprano”. Pero luego recuerda que debe ser más amable consigo mismo y que, sea bueno o sea malo, su compadre tiene razón, se queja todo el tiempo. «Aún recuerdo la cumbia improvisada que cantábamos “tomate un vino y olvídate”, dice.

Me divierto y río fuerte, la verdad que mala suerte, me divierto en la capital. Me divierto y pierdo en medio de la ciudad.

¡Escúchala aquí!

Soy periodista, Ceratilover, feminista, mamá y melómana. Dirijo Flaier agencia.